martes, 13 de agosto de 2013

Cuando los nervios lo son todo.

En ese momento estás sola. Nadie de los que te han acompañado en el camino van a estar contigo ahora.
Te paras a pensar en cada vez que ensayaste y repetiste... y no te puedes creer que ya haya llegado el momento.
Es todo o nada, justo ahora y tu cuerpo parece no poder soportar la presión.
Cuando te quedas sola ahí arriba, el pánico se te pega a los músculos y te hace temblar. Tus piernas, tus manos... todo tiembla. Se encienden los focos y ahí apareces tú, sintiéndote un cervatillo a punto de ser atropellado, pero cuando la música empieza, todo fluye solo. La primera nota es la peor y piensas que no podrá salir ni un leve sonido de tu boca. Pero sale... va solo, aunque sientas que se te escapa la vida en tu voz.
Pero cuando llega el fin, el tan ansiado fin, en esa última nota lo das todo.
Y luego, silencio.
Ese silencio, es por el que merece la pena el esfuerzo. El silencio en el que inspiras profundamente y ya sabes lo que va a pasar, porque sabes lo que te has esforzado y que esos dos minutos, te han cambiado otra vez la vida.
Finalmente, si tienes suerte, vienen los aplausos.


Aunque eso es lo que menos te importa en ese momento.

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